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instalación site specific presentada en LAi bajo comisariado por Klauss van Damme. La exposición, presentada en formato específico, tuvo lugar entre el 22 de Diciembre de 2007 y el 6 de Enero de 2008, en el marco del salón de ná... vida'2007. ARTISTAS PARTICIPANTES: Montaje expositivo: Lola Rionda & jf Carrascal
Concepto y Dirección: Begoña Muñoz
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C U E N T O D E S V E L A D O José Francisco Caso del Corro 2007 Todos sabemos lo que es vivir en un edificio con las paredes finas. Todos sentimos alguna vez las conversaciones, la televisión, la radio, lo que no es ni radio, ni televisión, ni combersación, en la casa de tus vecinos. Esa familia a la que no puedes ponerles caras, ni nombres, pero de la que sabes hasta los días en que los padres dedican parte de su tiempo a hacer el amor. Y cuántas suspendes sus hijos, por pasarse la noche entera jugando a la play y fumando porrros. Todos sabemos lo que es vivir en un edificio con paredes de papel. Todos podemos imaginárnoslo. Pero lo que no se si todos podemos saber, es lo que significa dormir en un edificio como éste, es más, lo peor no es dormir, sino el insomnio. Creo que algunas noches logro escuchar los sueños de los avitantes del otro lado del papel. Hoy, sin ir más lejos, el vecino soñava, o vivía en sueños, una historia del pasado que quizás explique por qué yo, su vecino de puerta, ese que en el fondo sabe más de ellos que ellos mismos, nunca les haya visto la cara. Según recordó este señor hace apenas una hora, el, fue encerrado por problemas familiares propios de la época, en un colegio interno. Sus padres lo veían poco, lo cual no imedía que tanto el niño, hoy mi vecino, como sus padres, hoy tan sólo unas fotos en el salón, de las que presume ante sus hijos, sintieran un afecto y una unión desorbitada. En uno de esos días en los que las visitas eran permitidas desde las 5 hasta las 8:30, su padre, por problemas de trabajo propios de aquella época y también de ésta, llegó a las visitas tarde, a las 8:35. Mi vecino, llevaba esperando la aparición de aquel su padre, toda la tarde, como cualquier otro niño espera la llegada de los reyes magos. Lo vió llegar, y atónito, sin poder moverse a saludarle, vió cómo el director de su colegio le cogía por el brazo mientras le informaba que el horario de visitas había concluido. Su padre se revolvió como si de un caballo salvaje, en una típica escena del oeste, fuese intentado domar por el apuesto protagonista. Unas lágrimas de impotencia calleron por aquellas mejillas aradas por el tiempo y un grito, tan sólo un grito: son mis hijos, hijos de puta. El niño, hoy mi vecino de papel, veía a los demás compañeros del colegio despedirse de sus padres a toda prisa y subir las escaleras procurando no chocar con él. Comenzó a llorar, lloró y lloró. Le costaba distinguir las figuras entre las lágrimas de sus ojos enrojecidos, pero sentía la humillación de su padre como si fuera la suya propia. Notó una mano en su hombro, y muy cerca, escuchó la vos de Emilio, son una pandilla de hijos de puta. Mi vecino, se levantó de la escalera antes de que los tutores lograran sacar de la habitación a sus padres, y con todas las fuerzas que le quedaban porfirió un grito mudo: Hijos de puta, dejar a mi padre. Tenía 6 años, fue su primer insulto serio, pero nadie lo escuchó. Bajó las escaleras corriendo. Tropezó y se calló al suelo, pues con las lágrimas no podía ver con claridad. Se levantó y sin saber cómo, llegó hasta las proximidades de la puerta, donde seguían intentando reducir a su padre. Con gran violencia y poca fuerza, comenzó a dar patadas a todos los presentes, incluido su padre, pues las lágrimas no le permitían distinguir quién era el bueno y quienes los malos. Mientras, y ésta vez si fue escuchado por todos, lanzaba al aire su segundo insulto de importancia. Fué apartado de un bofetón, pero logró escabullirse de las manos de sus tutores. Corrió hacia las escaleras, y al llegar al primer escalón, tuvo una idea; se escondió en el hueco de la escalera, donde permaneció días y días llorando, sin que nadie se diera cuenta. Lloró hasta que se le secaron las lágrimas y después, decidió permancer en aquel sitio hasta encontrar otra razón para llorar. Terminó por encontrar una, después encontró miles, pero no logró derramar ni una sóla lágrima, se le habían secado para siempre. Desde entonces vive allí, en el hueco de la escalera, gente que sube gente que baja, y el, siempre allí, en el hueco de la escalera. Nadie lo sabe, ni siquiera su mujer, que estaba, mientras el revivía la situación, soñando con su trabajo. Bueno, nadie menos yo, su vecino al otro lado del papel, éste que escribe, y que tiene insomnio y no para de escuchar sus sueños. Me gustaría que escuchaseis ahora cómo dice, en el hueco de la escalera, gente que sube, gente que baja, y yo siempre hay, nadie lo sabe.
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