La instalación artística llevada a cabo por Begoña Muñoz como parte de la obra múltiple VHS ocupó el espacio expositivo con intervenciones escultóricas específicas y otras acciones artísticas, como la disposición de muros eventuales construidos a base de videocassettes y cajas de cartón serigrafiadas para protección e identificación de las mismas.
Las videocassetes fueron muy utilizadas en tiempor pasados para la grabación y almacenamiento de todo tipo de películas y creaciones audiovisuales, llegando incluso a ser consideradas como un formato de vídeo estándar durante cerca de una década, cuyo inicio bien podría ser fijado en 1988.
El fin de su vigencia coincidió con la irrupción en el mercado de los formatos digitales y los dispositivos almacenamiento óptico.
Con las VHS se hizo posible que una gran mayoría de personas pudiera copiar, grabar y regrabar sin grandes complicaciones o exigencias técnicas, hasta el punto de que los grabadores-reproductores de videocassettes ocuparon un lugar privilegiado en los hogares de la época, instalándose como un apéndice anexo e indisociable al monitor de televisión, mientras que las videocassetes llenaban estanterías y estanterías en las diferentes estancias habitacionales de las viviendas.
La obsolencia del formato supuso la posibilidad, o necesidad, de liberar el espacio ocupado; y las videocassettes pasaron a ser objetos de valor icónico y/o sentimental. O mera basura.
Todas las videocassettes utilizadas en la construcción de los muros que componen este proyecto artístico proceden de la videoteca del artista Alfredo Colunga, quien las ha cedido expresamente para este fin.
El proceso expositivo concluyó con una acción performativa procesual que abordó la desinstalación de la exposición, la destrucción de las videocassettes y el traslado de las mismas a un contenedor específico para almacenamiento temporal.
El montaje exposivo realizado por Begoña Muñoz contó con la asistencia técnica y desinteresada colaboración de Aser, Raquel y KSO.
