........... (...) me encontraba por Cimadevilla cuando me topé con la nueva propuesta expositiva en la ventana de Sala LAi.
La primera impresión que me causó fue, ante todo, de sorpresa: me pareció francamente interesante la forma en que se disponía la obra: formando una especie de caja visual, a unos centímetros del cristal, se ubicaba una pintura en la que un perro y los pies de su dueño eran protagonistas. Todo con un fondo blanco. En primer plano y en la parte derecha del cristal, se situaba el poema de José Francisco Caso, de manera que la pintura hacía de fondo escénico, casi a modo teatral, para aquel interesado que parase a leer los versos.
Era este poema, precisamente, el que proponía una curiosa forma de mirar el mundo: el tema principal nos invitaba a utilizar más los sentimientos para entender nuestra propia vida. Sus estrofas funcionaban casi como una reflexión filosófica, que más que aportar algo al lector, le obligaba a interpelarse a sí mismo sobre su planteamiento de la realidad.
Uno de los versos dice así: Frente a esta escala de medir el mundo, propongo una escala, donde las medidas son resultado de una graduación basada en los sentidos, en las emociones. Caso nos está invitando a olvidar las medidas, las preocupaciones diarias, el exceso de sensatez y formalidad que nos exige este sistema actual, cargado de stress, prudencia, tecnología que nos hace esclavos, y que nos aleja de nuestros instintos más básicos y puros: los sentimientos.
En mi opinión, la vuelta a uno mismo es la clave de este juego.
Piel, vista, tacto, sabor, sentir: esta es la esencia final del poema.
No sé cómo puede haberlo entendido el autor, pero yo, como espectadora que veo su obra, he visto en ese perro recostado junto a los pies de su amo una de las motivaciones principales de los versos: el sentimiento casi primario que todos tenemos, a veces oculto, a veces no, pero que nos aparece aquí en forma de la fidelidad extrema que los animales tienen por sus dueños; ese perro es reflejo de lo que reprimimos: cariño inconmensurable, lealtad…
El título no es menos evidente: resplandecías de luz, tornaste belleza pura el tiempo. Es precisamente ese nuestro mejor tesoro: el propio tiempo; nosotros somos los encargados de brillar con luz propia.
José Francisco Caso, a modo de un Fray Luis de León contemporáneo, nos invita a huir de nuestra frívola rutina: dichoso aquel que huye del mundanal ruido.
Se trata, al fin y al cabo, de un juego poético íntimo, personal, que se asoma a través de la ventana de LAi pero que busca una respuesta en nosotros, que nos exhorta y estimula para que seamos, de nosotros mismos, nuestra propia luz.
Texto escrito por Semíramis González - Gijón, Agosto 2010